el gato de ojos violeta (1989)



Soy de nuevo la vieja noche transformada en carpa. El vampiro de dientes enrojecidos y afilados que escala la sima nocturna del miedo y que busca oír en las gargantas un grito seco y puntiagudo que embriague su soledad de neón.

En mi espalda se asienta una capa negra grande y fea con una luna que se ha comido así misma un trozo. No es ya una luna      Sólo un perfil. Una línea incompleta de un todo      Mis manos estrechas y de dedos largos tiemblan porque tienen frío y hambre. Quieren. Desean coger pero su pulso esta noche no tiene la firmeza de una vocal redonda y fuerte. Es más bien una i perdida en la debilidad de su sonido     Estoy cansada. Siento el cuerpo perdido. Sin nostalgia     Los cuerpos no tienen memoria. No tienen recuerdos. El mío sirve para sostener una capa negra grande y fea que se ha comido así misma un trozo... 

Camino despacio. Sin prisa     Cuento uno a uno los pasos que las piernas gesticulan sobre el asfalto maquillado de fluorescente / Cruzo calles   volteo esquinas  y me paro cuando un gato de ojos violeta me mira fijamente como si fuera a preguntarme la hora. Tengo miedo     El gato crece y sus ojos se embriagan con la inestabilidad de mi equilibrio. Su cuerpo azabache se ha convertido en una bola grande. Fría     Hay un paréntesis entre el gato y yo. Su maullido marca un punto cero y va saliendo lentamente de una boca espumosa. Entre labios y con sombras de lengua sus dientes presagian la pesadilla del delirio. Sumergida en nubes de carbón deseo correr. Embriagarme en mi miedo y sentir que la piel se abre ante mil embestidas de una imaginación machacona y febril. El vértigo me aturde. De mis ojos salen rayos de fuego     El felino se coleriza. Mi cuerpo ha dejado de pertenecerse  y caliente estalla en mil cristales de colores. El suelo se llena de lentejuelas plateadas mientras mis manos antes frías y hambrientas devoran ahora con calculada parsimonia las horas que le separan del placer. Duerme el vampiro. Nace la espera. Una burbuja blanca se inmiscuye en el espacio de la escena. Intento apartarla. Revienta. De su interior salen mis manos. Enfundadas en guantes blancos inician la danza de los locos sobre su propia gravedad. El gato deja que su maullido se congele en las comisuras     Sus labios se estremecen. De sus ojos violeta nacen cometas verdes como la espuma de su boca  que va envolviendo a las manos que intentan salir del círculo verde. Estrangulan     Pero las cometas se han convertido en pompas de jabón que se esparcen por la tempestad en rojo que la sangre genera. Mi sueño se va desmenuzando hasta convertirse en la misma expresión de su deseo. Ya no hay nubes de carbón. Ni violeta en los ojos de un gato raquítico que me mira sobresaltado. Ya no hay pompas de jabón. Ya no hay sueño. La respiración se entrecorta y noto en la tráquea un escozor que me altera el aliento. Mis dientes se pudren. En la boca el volumen áspero de un pájaro gigante golpea mis encías hasta socavar sus cimientos. Noto en el vientre un desgarro que sube horizontalmente hasta la garganta. Los oídos se llenan de voces que quieren cubrir pentagramas invisibles en la búsqueda de la sinfonía muda de este vacío que me aturde. En la misma esquina del gato de ojos violeta noto en la cabeza el estallido monocorde de un maullido que me llama... de un maullido que me llama.          

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